martes, 7 de noviembre de 2006

Observaciones desde la India (I)

Yo ya me refiero a ella directamente por su denominación abreviada.

La contundente realidad física de una ciudad que parece caerse a cachos se alía con la comodidad de un nombre más corto. Nueva Delhi está perdiendo la primera parte de su denominación.

Voy a contar muchas cosas sobre lo que estoy aprendiendo y viendo en este viaje: India es un lugar que deja huella. Esta es la primera de ellas.

El camino entre Delhi y Agra, la ciudad del Taj Mahal, se extiende a lo largo de 200 km. Recorrerlo es una aventura de casi 4 horas si se tiene suerte con el tráfico.

Keke es mi conductor. Es un chófer del Alto Comisionado británico en Delhi, no ha tenido ni un sólo accidente en los 26 años que lleva de profesión al volante y es, además, una persona de bien que responde cándidamente a mis preguntas.

- ¿Por qué no te paras en los semáforos en rojo?
- Señor, si me paro en algunos de ellos, creo un problema de tráfico porque confundo al resto de los conductores. Algunos semáforos ya sólo están rojos o verdes de forma permanente.

Las líneas pintadas sobre el asfalto de calles y carreteras también están agotadas. Nadie les hace caso. Son lo de menos. En la autopista de dos carriles circulan a veces 4 vehículos en paralelo con total normalidad. En ocasiones, el desprecio por la señalización va más allá y te encuentras un tractor o un carro tirado por camellos en contradirección circulando por el carril rápido. El Ministerio responsable de las carreteras indias avisa de forma desesperada en los carteles "Lane driving is safe driving". No importa. Es inútil. En India, la excepción a veces parece la regla.

Un día mi corazón decidió ir en contradirección. No respetar las normas de circulación. Las líneas marcadas en el asfalto de mi camino se evaporaron y los semáforos se quedaron inmóviles en el verde. Me indicaban que no me parase, que podía y debía seguir. Y me metí en las calles de la ciudad en las que el tráfico que te rodea es lo de menos y en las que no debes confundir al prójimo siguiendo las reglas establecidas.

Mi vida pasó de la regla a la excepción.

Por eso me gusta tanto este país.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

A la hora de transitar me quedo con el verso de Machado "se hace camino al andar", y no siempre hay líneas, ni caminos de baldosas amarillas, ni fórmulas mágicas. Me alegro de inaugurar, y no sólo, este espacio tuyo.

Anónimo dijo...

Sigue con tus semáforos en verde y deja la vida fluir.

Aunque entre tú y yo, en cuestiones de pequeñas reglas cotidianas y tráfico, yo soy muy cuadriculado ;-)

Un abrazote. óscar