martes, 14 de noviembre de 2006

Observaciones desde la India (II)

I

El hombre que determina la política económica de 1.100 millones de personas de nuestro planeta se dirige a nosotros. El Ministro de Finanzas de la India es un hombre de discurso pausado y claro.

Las reformas y el proceso de liberalización de los mercados en la India se iniciaron en 1991, y desde entonces, de forma lenta pero inexorable están sacando a millones de personas de la pobreza.

Pero queda mucho por hacer. Por ello se abre el debate sobre la velocidad de las reformas.

Sin embargo, la India quiere seguir siendo una democracia. En un país con 24 estados, 17 lenguas y siete religiones el consenso es difícil, pero se consigue a base de hacer más lento el proceso. Están dispuestos a hacer el sacrificio. La coalición gobernante la forman 24 partidos diferentes.

Ante una pregunta capciosa el Ministro no duda. "Prefiero hacer una autopista un kilómetro más larga si es necesario para preservar las tumbas de los ancestros de un pueblo por el que tiene que pasar la construcción".

Arranca una ovación. El proceso de reforma y de progreso en la India es moderado pero está vivo y tiene el talante de perpetuarse, porque es consensuado.

II

La amistad es un proceso vivo. Y como una reforma económica, no es algo que es o no es. La amistad tiene grados de intensidad.

Son comunes diferentes varas de medir cuan profunda es una amistad. La entrega, la generosidad, el anteponer los intereses de un amigo a los propios, incluso el grado de confianza.

Para mí, las grandes amistades son aquellas en las que puedes decir al otro todo lo que piensas, aunque a veces duela. La amistad verdadera a veces escuece. Y, cuando es herida, no se cura con el agua oxigenada de las mentiras piadosas. Sino con el alcohol de 96 grados de coger el toro por los cuernos.

Las buenas amistades se miden también por lo sonoras que son. Su intensidad suele ser proporcional a los decibelios de las risas de los buenos momentos.

III

No es de la capital. Viene del norte, y eso le imprime carácter. Un poco bruto a veces. Como un niño grande. Pero tiene lo fundamental: unos sólidos valores que anclan su barco evitando que escore cuando la mar viene revuelta. Y un gran corazón.

Precisamente eso, lo fundamental, lo hace un gran amigo. Dedica tiempo, aporta sabios consejos. Convierte la amistad en un foro de enriquecimiento mutuo. Las mentiras piadosas están abandonadas en el baúl de los recuerdos y los decibelios andan desbocados y aliados con la complicidad que nos une.

"No te pongas nervioso, no te tenses" le digo en medio de un pequeño tumulto en Delhi. Él parece tranquilo, pero yo sé que no lo está.
"Cuánto me conoces" me contesta

El niño grande se deja conocer. Ayuda y se deja ayudar.

IV

No quiero amistades explosivas. No quiero grandes aspavientos. Quiero amistades vivas y de avance inexorable, como las reformas de la India.

Quiero con el alma a mi amigo de San Sebastián.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Veo que ésto prospera, y lo hace viendo dos veces la realidad. Una forma preciosa de seguir descubriéndote.