sábado, 23 de diciembre de 2006

Arriba y abajo

Ella sabía que andaba desbocada por el trapecio. Que había subido muy alto. Y que no había red. Que allá abajo no se veía una malla tupida, como la densa telaraña del metro de París, o incluso del de Madrid. Sabía que la hostia iba a ser monumental. Pero no le importaba.

Escalón a escalón había llegado arriba. Muy arriba. Como nunca jamás. Palabra a palabra. Ilusión a ilusión. A base de roces falsamente fortuitos al principio. Caricias después. Abrazos desesperados últimamente.

Se enganchó a él pensando que así nada les separaría. Ideando planes para toda la vida. Ocupando su cerebro permanentemente con sus imágenes. Sintiendo sobre la piel sus manos en todo momento. Construyendo precipitadamente un álbum de recuerdos con todos los sitios por los que habían pasado.

- Dime una huachafería por favor, aunque sea la última.

No hubo contestación.

La hostia fue monumental.

1 comentario:

Anónimo dijo...

A veces el silencio es elocuente, y también existen objetividades que configuran las relaciones humanas.