domingo, 4 de febrero de 2007

La fatiga del querer

Lérida, primavera de 1984

Enfundada en su chándal de diseño, tocados sus tobillos por calentadores de lana, al ritmo de las notas de Flashdance, la veía avanzar pedaleando su bicicleta por las calles de la ciudad.

Una tarde se detuvo en un jardín con nombre de músico y se encontró con él. No se lo esperaba, pero aquel tipo se sacó de la manga un taper lleno de fresas, su fruta favorita. Las primeras de la temporada. Su corazón se hinchó, y se dispuso a acomodar las imágenes del recuerdo de este encuentro en la zona más noble de su memoria. Se aseguró de que no las fuera a olvidar nunca. Él sabe que nunca lo ha hecho.

Siguieron los mejores momentos de su adolescencia, cuajados de torpes besos y caricias contra las paredes enmoquetadas del portal de su casa.

Barcelona, primavera de 1988

Querer fatiga. Querer y no ser correspondido mata de puro agotamiento. Los paseos por el barrio gótico se hacían interminables. Quería huir de la indeferencia que la niña ciclista proyectaba sobre él a cada paso. Pero pensar que si está cerca… si está cerca siempre podía haber una oportunidad.

Pero ese fin de semana, en Barcelona, no la hubo.

Siguieron decenas de notas escritas, miles de palabras sobre papel que se cruzaban cada mes por la autopista A2.

Lérida, primavera de 1992

"No te cases. Es el peor error que puedes cometer. Si quieres me voy yo contigo". Ese día no iba en chándal, ya no se desplazaba en bicicleta. Se había hecho mayor y sus palabras se habían vuelto sabias.

"Yo que sé. Yo me caso. Yo la quiero. Yo me voy. Yo quiero un futuro a su lado. Con ella no somos dos. Somos uno". Él no atendió a razones.

Siguieron años de alejamiento. De saber poco, o nada. De pensar a veces qué habrá sido de ella. Años de terror y de miedo.

Lisboa, primavera de 2006

"Esta caja esconde nuestra historia, nuestros secretos". Fueron sus palabras cuando al recibirla en Portugal le mostró a la ciclista de los calentadores una vieja caja de vinos cerrada a cal y canto. Eran las cartas de la A2. Habían sobrevivido al terror.

Juntos recordaron el pasado. Juntos escupieron sutiles reproches que llevaban amarrados al alma desde hacía mucho tiempo. Juntos hicieron pequeño aquel piso de Bordalo Pinheiro, que se achicaba a cada momento, con cada sonora carcajada. No pararon de reír en dos días. Y dejaron su sonido y sus pasos por las cuestas empedradas del Chiado.

Siguieron, qué caray, ya estamos en el siglo veintiuno, emails y llamadas al móvil al ritmo de un viento racheado, a veces tormentas de intercambios, en otras ocasiones tan sólo calma chicha. Cada uno en su lugar. Cada palabra tratando de taponar una herida.

Madrid, invierno de 2007

Exhaustos fueron a rendirse sobre una mesa de mármol del café de una bocacalle a dos pasitos de la Gran Vía. Aquel bar se llamaba Fatigas del Querer.

"Yo sueño mi futuro. Lo que me viene a la cabeza mientras duermo, luego se cumple". Ella teje sus proyectos en la cama y él quiere saber en qué soñó anoche.

"No te lo digo. Si no, se rompe la magia. Y el sueño no se cumple"

Pensando en sus sueños, viviendo de sus proyectos incumplidos, confiando en que por una vez sus ideas cambiarán en más de un gradito el rumbo de sus pasos, la niña de los calentadores madrugó para volar y volver al mar, a respirar sal. Mi niña no se ha dado cuenta de que desde donde está, no verá ponerse el sol sobre el horizonte del Mediterráneo. Yo ahora miro la puesta del sol sobre el mar, y ella el amanecer.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Siempre es bueno saber que hay personas que nos cogerán de la mano...

Anónimo dijo...

Tener a alguien como la chica de los calentadores es esencial ... Cuídate y muchas gracias por esa comida.

Anónimo dijo...

Por que lo llamas "la fatiga del querer"? Por el bar o por algo mas?. ccreo que el nombre no le va atu historia. Algo asi como el querer reaparce cuando lo necesitamos o...seria mas adecuado

Anónimo dijo...

Hola anónimo: te contesto. Esta es una historia muy bonita que ocurrio, y que sigue ocurriendo. Sus protagonistas estan ahi, se siguen viendo. Cada uno por su lado, pero saben que se tienen el uno al otro. Quiza el texto no lo recoge bien (disculpa por ello), pero es la historia de una relación con mucho desencaje temporal. Una historia en la que al menos alguno de los protagonistas experimento el agotamiento de tanto querer. Y la casualidad los llevo a pasear por Madrid frente al Fatigas del Querer (bar un poco de guiris que esta en el centro de Madrid). Ese paseo y ese bar motivaron este post. No se si habre aclarado tus dudas...Joaquin