Lo confieso. En realidad me gusta.
Acabo de pasar 5 días seguidos con los 4 niños a solas en la casa de la montaña. Y claro: dosis triple de marujeo.
Abre la casa, deshaz maletas, ve a la compra, guisa, recoge y friega, plancha, prepara las camas, despioja, baña, da de cenar, viste y desviste, haz las coletas a las niñas ("Papá, tú siempre nos haces cola de caballo porque no sabes hacer otro peinado"), consigue que hagan los deberes y que lean, sal a pasear, dibuja, pinta y recorta los figuras de Navidad que hemos preparado para combatir la escasez adornos de este año en Lagasca.
El día es no parar.
- Veo una cosita que empieza por la A
- (...) Imposible me rindo
- ¡Ojo!
- Pero Joaquín: ¡no empieza por A!
Y poner paz.
- Papá, Joaquín me ha llamado gilimema
- ¡Eso no se dice! ¡Queréis parar, por favor!
Pero qué le voy a hacer. Me lo paso bien.
Lo sé. Que si tienes poca mano. Que si limpias sólo por encima. Que si qué arrugas dejas. No importa. No me van a desmoralizar.
Manolo, con tino, ya pilló mi falso lamento.
18.30 de un viernes de una semana alterna cuaquiera
- Hola Joaquín por dónde andas.
- Pues nada, aquí me pillas, con la tortilla de patatas
- Anda, anda, que sarna con gusto no pica
Se oye un grito de arenga: "¡¡¡Papaaaa Supeeeeer Maruja!!!"
Y estalla una carcajada en estéreo, desde 4 altavoces. Un sonido que no se paga ni con todo el oro del mundo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Pues eso..., que sarna con gusto..., además no se es maruja sólo por los niños, craso error, y no le eches las culpas a ellos.
Publicar un comentario