viernes, 5 de enero de 2007

Artículo sobre la India



Es un poco largo pero ha gustado. Así que lo copio aquí.

El mes pasado me pidieron que escribiera un artículo sobre el viaje de noviembre a la India para la revista de comunicación interna de nuestras oficinas de Madrid, Barcelona y Lisboa. Cogí algunos retales de texto de los dos post que escribí en su día sobre el tema. Lo que salió publicado es lo que viene a continuación.

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OBSERVACIONES SOBRE LA INDIA
5 reflexiones desde Delhi


El shock

Los vuelos que llegan del occidente desarrollado suelen llegar a Delhi de madrugada, a eso de las 2. Pero el camino a la ciudad, por una destartalada autopista, es un purito atasco. De camiones que se deshacen y evolucionan de manera desordenada en medio de un vapor contaminado y sucio. Cierras los ojos, vuelves a abrirlos y piensas que te han trasladado al escenario de una película ambientada tras una hecatombe nuclear.

La exposición continuada a la realidad de la India durante las primeras 24 horas te sume en un estado de shock.

300 millones de personas viven en el umbral de la supervivencia (que no de la pobreza). 300 millones. Los rostros, los ademanes de los que forman ese grupo y ves tras el cristal de tu vehículo reflejan la desesperanza que provoca una situación en la que si te falta un dólar al mes te mueres de hambre. Gente tirada, viviendo en medio de la basura y del barro, meando o cagando entre las vacas. Y es que la desesperanza produce indignidad. Falta de dignidad para 300 millones de personas.

A las 24 horas, con la retina ahíta de imágenes de pobreza y dolor, llega el aturdimiento. Hay quien no lo supera y no vuelve jamás a la India. Otros logran reponerse a tiempo para absorber todo lo que este continente ofrece al visitante.

La India espera.

El caos

Yo ya me refiero a ella directamente por su expresión abreviada.La contundente realidad física de una ciudad que parece caerse a cachos se alía con la comodidad de un nombre más corto. Nueva Delhi está perdiendo la primera parte de su denominación.El camino entre Delhi y Agra, la ciudad del Taj Mahal, se extiende a lo largo de 200 km. Recorrerlo es una aventura de casi 4 horas si se tiene suerte con el tráfico.Keke es mi conductor. Es un chófer del Alto Comisionado británico en Delhi, no ha tenido ni un sólo accidente en los 26 años que lleva de profesión al volante y es, además, una persona de bien que responde cándidamente a mis preguntas.- ¿Por qué no te paras en los semáforos en rojo?- Señor, si me paro en algunos de ellos, creo un problema de tráfico porque confundo al resto de los conductores. Algunos semáforos ya sólo están rojos o verdes de forma permanente.Las líneas pintadas sobre el asfalto de calles y carreteras también están agotadas. Nadie les hace caso. Son lo de menos. En la autopista de dos carriles circulan a veces 4 vehículos en paralelo con total normalidad. En ocasiones, el desprecio por la señalización va más allá y te encuentras un tractor o un carro tirado por camellos en contradirección circulando por el carril rápido. El Ministerio responsable de las carreteras indias avisa de forma desesperada en los carteles "Lane driving is safe driving". No importa. Es inútil. En la India, la excepción a veces parece la regla.

La reforma

El hombre que determina la política económica de 1.100 millones de personas de nuestro planeta se dirige a nosotros. El Ministro de Finanzas de la India es un hombre de discurso pausado y claro.Las reformas y el proceso de liberalización de los mercados en la India se iniciaron en 1991, y desde entonces, de forma lenta pero inexorable están sacando a millones de personas de la pobreza.Pero queda mucho por hacer. Por ello se abre el debate sobre la velocidad de las reformas.Sin embargo, la India quiere seguir siendo una democracia. En un país con 24 estados, 17 lenguas y siete religiones el consenso es difícil, pero se consigue a base de hacer más lento el proceso. Están dispuestos a hacer el sacrificio. La coalición gobernante la forman 24 partidos diferentes.Ante una pregunta capciosa el Ministro no duda. "Prefiero hacer una autopista un kilómetro más larga si es necesario para preservar las tumbas de los ancestros de un pueblo por el que tiene que pasar la construcción".Arranca una ovación. El proceso de reforma y de progreso en la India es moderado pero está vivo y tiene el talante de perpetuarse, porque es consensuado, y va devolviendo la esperanza perdida a millones de indios cada año.

Sí, definitivamente. En la India todavía hay margen para la esperanza, aunque muchos de los que ahí viven todavía no lo saben.

La complacencia

Qué palabra. A mí me ha llamado la atención escucharla tan frecuentemente y pronunciada por tan diversas personas en la India. En realidad oigo "Complacency". Una acepción que, tras un pequeño análisis semántico, descubro tiene matices diferentes en inglés y en español. A feeling of contentment or self-satisfaction, especially when coupled with an unawareness of danger, trouble, or controversy.

Políticos, emprendedores, ejecutivos de multinacionales a quienes tuvimos la oportunidad de conocer lo tienen muy claro: la complacencia es el mayor riesgo del éxito.

Del éxito de, por fin, alcanzar tasas de crecimiento económico similares a las de China, en el entorno del 10%, en un contexto igualmente gigantesco pero construido sobre una democracia. Del éxito de comenzar las grandes empresas indias a conquistar el resto del mundo a base de operaciones corporativas. Del éxito de haber desarrollado industrias nuevas de tecnologías de la información, de gestión del conocimiento, de servicios empresariales, creando un modelo de desarrollo con sólidos fundamentos.

Vertex es una de estas compañías que puede ofrecer a las empresas occidentales cualquier tipo de servicio profesional. Desde temas más mecánicos como la gestión y operación de call centers al análisis de mercados. No se trata de un arbitraje puro y burdo de diferencia de costes salariales. La estrategia de estas empresas va hoy más allá. No es off-shoring. Es right-shoring: algunas operaciones alejadas, otras más cerca (near-shoring) en países del Este europeo, y otras más incluso al lado nuestro (on-shoring). El mix más adecuado para cada necesidad. Todo gestionado por empresas indias, que expanden su manto de actividad por medio mundo. Sus empleados no están enterrados en una inmensa pradera del sótano de un oscuro edificio. No. Las plantas donde trabajan son de diseño, tienen vistas y nos superan con creces en sus posibilidades de ocio: además de futbolín tienen billar y ping pong. Hoy trabajan en este tipo de compañías casi medio millón de personas. Una industria creada de la nada.

Ariz Premji recorre la historia de otro éxito, el de su propia compañía: en sus orígenes una pequeña planta de aceite vegetal, convertida hoy en un gigante mundial de las tecnologías de la información (Wipro) que incluso cotiza en la bolsa de Nueva York. Ariz está considerado por el Financial Times una de las 25 personas más influyentes del mundo. Sus palabras son claras, directas, trufadas de fuertes opiniones pero firmemente ancladas a un estilo de expresión alejado de la prepotencia.
"No vamos a caer en la complacencia. Estaremos en alerta permanente. Ésta es nuestra oportunidad."

El orgullo

Silke trabaja para el Ministerio de Cooperación del Reino Unido y ahora está destinada en Delhi. Gestiona los programas de salud en el área de Calcuta. Si me llevo algo de las historias sobre su trabajo que me cuenta en el jardín de su casa en el barrio diplomático de la ciudad mientras bebemos una cerveza es el sentido del orgullo de los indios contra el que Silke tiene que luchar en su día a día.

"En Nicaragua, para cada presupuesto, para cada proyecto tenía cola en la puerta. Aquí ofrezco un millón de libras para un programa contra el Sida y tengo que perseguir hasta la extenuación a políticos y gentes de la infraestructura sanitaria"

Políticos, empresarios y profesionales de la administración tienen otras prioridades. Trabajar para hacer crecer su país. Y se toman la ayuda externa, que tanto podría ser aprovechada, como una segunda prioridad. Un trasfondo de orgullo hilvana los argumentos que oye Silke ante los retrasos y falta de ideas y proyectos para su presupuesto que le lanzan sus interlocutores.

El orgullo es otro pilar que cimenta la construcción del desarrollo acelerado de la India.

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Casi 500 personas reunidas por una semana dos veces al año. El grupo se refuerza. Ricard lo llama "el espíritu de Hong Kong". Pero sobre eso (sobre Hong Kong, e incluso sobre su espíritu) podemos hablar otro día.




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