miércoles, 31 de enero de 2007

Opinión, decisión y duda

"Dudar de todo es carecer de lo más precioso de la razón humana, que es el sentido común"

En algún lugar, en algún momento había leído estas palabras, que hace un rato volvían a mi mente.

No resisto a los seres humanos pusilánimes, invertebrados, carentes de opinión ante cualquier circunstancia.

Y sin embargo a veces las dudas me crucifican. Torpedean mi estado de ánimo en algunos momentos de decisiones cruciales. A veces, no hay vuelta atrás. Es precisamente en esos momentos, cuando tienes la sensación de que te juegas lo que más quieres.

Así, aguijoneado, me he sentido hoy mientras aceleraba el paso cuesta arriba por la calle Velázquez. La noche y el frío completaban un panorama desolador durante quinientos metros de paseo.

Por fortuna, el proceso de cuestionamiento es siempre el mismo. Dura lo justo. Y al torcer por general Oraá volví a avanzar resuelto, siguiendo el camino que me he marcado.

"Es menos malo agitarse en la duda que descansar en el error"

lunes, 22 de enero de 2007

Diagnóstico certero

Ya en varias ocasiones se lo había dejado muy claro: "Tu estilo es hiperbólico". "Y además ciclotímico. Tus reacciones son exageradas en todos los sentidos".

Para alguien que piensa que el ideal de perfección reside en el equilibrio, que se fija como objetivo de vida alcanzar un centro estable permanente, esa crítica suponía un trago amargo. Y un pensamiento que iba camino de convertirse en obsesión.

Pero ahora ya no sólo había un reproche, sino dos. Una segunda losa sobre sus espaldas. Sabía que ese defecto estaba ahí. En realidad, basaba su supervivencia en su existencia. Pero que alguien se lo evidenciara era como incrementar en muchas toneladas el peso sobre su conciencia. "Tu corazón es de piedra". Y la piel de cerdo, pensó para sus adentros cuando escuchó esta segunda pieza del certero y cruel diagnóstico que le estaban realizando. Piel de cerdo. Caparazón de tortuga. Elementos que le habían permitido llegar con vida hasta el presente.

Ya eran muchos años intentando cambiar lo primero. Y demasiado dolor acumulado para tener la valentía de corregir lo segundo.

"Huye mientras puedas…". Fue su contestación, su reacción al oír esa maldita descripción. "…porque estoy en las mismitas puertas de la locura".

domingo, 21 de enero de 2007

El lenguaje secreto de las cosas

Tengo prohibido revelar los misterios que esconde su elaboración. Ni siquiera mi madre, mi maestra frente a los fogones, sabe las proporciones exactas. Su conocimiento se transmite por el medio oral y la práctica al alimón en sesiones continuas de formación en la cocina.

Sólo preparo las natillas de casa a la gente que quiero.

Metidos en la cocina, como en la vida, los manjares se construyen poco a poco. Los mejores a fuego lento. Con un buen chup chup. Y como sucede con muchas cosas del día a día, hay recetas que, sin necesidad de las palabras, son capaces de comunicar.

Las natillas nos hablan. Fíjate bien. Sólo hay que darles cariño constante mientras se cuecen: no parar de darles vueltas con la cuchara de palo. Si no, se pegan y se echan a perder. Pero a cambio nos dicen cuando están listas. ¿Lo ves?. Cuando la telilla blanca que las recubre desaparece es momento de retirarlas del fuego.

Cada cosa tiene su lenguaje. ¿No te das cuenta?. A veces no te hablo, pero te estoy diciendo muchas cosas.

miércoles, 17 de enero de 2007

La cárcel

La imagen que tengo de una celda es la de un lugar oscuro y húmedo. Sobre todo húmedo.

Al margen de la visión desagradable del espacio físico que nos componemos en la cabeza, todos vivimos, en mayor o menor medida, en una celda permanente. Esta cárcel tiene la forma de ataduras emocionales más o menos explicitadas de las que todos somos objeto, de controles a los que nos someten las personas que nos rodean. Viene determinada por el estrecho margen de libertad de actuación del que a veces disponemos para tomar determinadas decisiones. Son restricciones diarias que cuando se convierten en rutina se vuelven asfixiantes. Son fríos tubos de metal que nos rodean, que están ahí aunque no los veamos y que están presentes en todos los ámbitos de nuestra vida.

Recuerdo una ocasión en el que en una compañía que factura casi 60 millones de euros al año se retrasó una decisión que implicaba un coste de 15.000 euros porque el director pidió que se recabara la opinión de un sinnúmero de ejecutivos. La espera tuvo sus consecuencias, y el problema que se trataba de solucionar se demoró por muchos más meses. Tener una responsabilidad (personal o profesional) y estar sujeto a un control sin sentido es estar encerrado en una cárcel.

El control gratuito, que no responde a nada, a ninguna necesidad real o práctica. La falta de confianza (muchas veces sin fundamento). La obligación perpetua a satisfacer, sí o sí, a los que nos rodean. Son el hormigón sobre el que día a día se van erigiendo los barrotes de acero que nos introducen en la oscuridad. Que nos hacen menos libres. Que nos ahogan. Que nos roban la felicidad.

A veces hay que parar y dar un grito. Y hacer que el sol entre con fuerza en nuestro cubículo carcelario. Eliminar la oscuridad. Y conseguir que el calor de sus rayos fulmine la humedad permanente que se cuela y que cala nuestras vidas. Es sano hacerlo.

miércoles, 10 de enero de 2007

El tren

Hay trenes que pasan y hay trenes que se cogen. O que no.

Hay vías alternativas y cambios de aguja que se pueden accionar. O no.

Pero él no parecía tener claro que hay dónde elegir. Era demasiado tiempo con la misma persona, con la misma rutina, en la misma casa. Un hábil lazo amarró su corazón. Los intereses materiales puestos en común hicieron el resto del trabajo.

Hace unas semanas el ordenador había escupido mierda. El maldito aparato vomitó pesadillas y engaños que le salpicaron toda esa ropa que, como siempre, había seleccionado con sumo cuidado al objeto de proyectar en el espejo una imagen perfecta.

Se sintió sucio, manchado, asquerosamente pestilente. Apretó los dientes, gritó, lloró a moco tendido. Clavó sus uñas en la base mullida de su silla, casi desgarrando el asiento del vagón que le transportaba. Se sintió vacío. Como ido. Ausente.

Hasta ese día había viajado (más o menos) cómodo en su tren, aposentado en su butaca de primera clase. Pero la convulsión informática le hizo alcanzar el timbre de emergencia y el convoy aminoró su velocidad. Saltó decidido del vagón y dio unos pasos en tierra firme. Voló. Por unos días cambió de continente. Respiró aire nuevo y puro. Pero la locomotora no estaba dispuesta a perder a este pasajero. Y probablemente tampoco a muchos otros. Se mantuvo casi detenida observándole caminar, estirarse, respirar profundamente. Al acecho.

Echó la vista atrás y, en ese momento, no vio ningún otro convoy a la vista. Se asustó. Pensó en la soledad. Las mejores imágenes a todo color y alta definición de los ratos agradables pasados durante su viaje acribillaron sin piedad alguna su pensamiento.

Él no lo sabe, pero el pánico le atenaza tanto el cerebro como el lazo su corazón. Y nunca nadie le ha regalado unos prismáticos que le permitan ver que sí, que desde allá, desde el lejano horizonte se aproximan otros caballos de acero. Que hay alternativas, que hay un mundo donde elegir.

Ya ha puesto un pie en la escalerilla que le ha de devolver a su vagón.


A 10 de enero de 2007, sobrevolando el manto blanco de los Alpes.

viernes, 5 de enero de 2007

Artículo sobre la India



Es un poco largo pero ha gustado. Así que lo copio aquí.

El mes pasado me pidieron que escribiera un artículo sobre el viaje de noviembre a la India para la revista de comunicación interna de nuestras oficinas de Madrid, Barcelona y Lisboa. Cogí algunos retales de texto de los dos post que escribí en su día sobre el tema. Lo que salió publicado es lo que viene a continuación.

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OBSERVACIONES SOBRE LA INDIA
5 reflexiones desde Delhi


El shock

Los vuelos que llegan del occidente desarrollado suelen llegar a Delhi de madrugada, a eso de las 2. Pero el camino a la ciudad, por una destartalada autopista, es un purito atasco. De camiones que se deshacen y evolucionan de manera desordenada en medio de un vapor contaminado y sucio. Cierras los ojos, vuelves a abrirlos y piensas que te han trasladado al escenario de una película ambientada tras una hecatombe nuclear.

La exposición continuada a la realidad de la India durante las primeras 24 horas te sume en un estado de shock.

300 millones de personas viven en el umbral de la supervivencia (que no de la pobreza). 300 millones. Los rostros, los ademanes de los que forman ese grupo y ves tras el cristal de tu vehículo reflejan la desesperanza que provoca una situación en la que si te falta un dólar al mes te mueres de hambre. Gente tirada, viviendo en medio de la basura y del barro, meando o cagando entre las vacas. Y es que la desesperanza produce indignidad. Falta de dignidad para 300 millones de personas.

A las 24 horas, con la retina ahíta de imágenes de pobreza y dolor, llega el aturdimiento. Hay quien no lo supera y no vuelve jamás a la India. Otros logran reponerse a tiempo para absorber todo lo que este continente ofrece al visitante.

La India espera.

El caos

Yo ya me refiero a ella directamente por su expresión abreviada.La contundente realidad física de una ciudad que parece caerse a cachos se alía con la comodidad de un nombre más corto. Nueva Delhi está perdiendo la primera parte de su denominación.El camino entre Delhi y Agra, la ciudad del Taj Mahal, se extiende a lo largo de 200 km. Recorrerlo es una aventura de casi 4 horas si se tiene suerte con el tráfico.Keke es mi conductor. Es un chófer del Alto Comisionado británico en Delhi, no ha tenido ni un sólo accidente en los 26 años que lleva de profesión al volante y es, además, una persona de bien que responde cándidamente a mis preguntas.- ¿Por qué no te paras en los semáforos en rojo?- Señor, si me paro en algunos de ellos, creo un problema de tráfico porque confundo al resto de los conductores. Algunos semáforos ya sólo están rojos o verdes de forma permanente.Las líneas pintadas sobre el asfalto de calles y carreteras también están agotadas. Nadie les hace caso. Son lo de menos. En la autopista de dos carriles circulan a veces 4 vehículos en paralelo con total normalidad. En ocasiones, el desprecio por la señalización va más allá y te encuentras un tractor o un carro tirado por camellos en contradirección circulando por el carril rápido. El Ministerio responsable de las carreteras indias avisa de forma desesperada en los carteles "Lane driving is safe driving". No importa. Es inútil. En la India, la excepción a veces parece la regla.

La reforma

El hombre que determina la política económica de 1.100 millones de personas de nuestro planeta se dirige a nosotros. El Ministro de Finanzas de la India es un hombre de discurso pausado y claro.Las reformas y el proceso de liberalización de los mercados en la India se iniciaron en 1991, y desde entonces, de forma lenta pero inexorable están sacando a millones de personas de la pobreza.Pero queda mucho por hacer. Por ello se abre el debate sobre la velocidad de las reformas.Sin embargo, la India quiere seguir siendo una democracia. En un país con 24 estados, 17 lenguas y siete religiones el consenso es difícil, pero se consigue a base de hacer más lento el proceso. Están dispuestos a hacer el sacrificio. La coalición gobernante la forman 24 partidos diferentes.Ante una pregunta capciosa el Ministro no duda. "Prefiero hacer una autopista un kilómetro más larga si es necesario para preservar las tumbas de los ancestros de un pueblo por el que tiene que pasar la construcción".Arranca una ovación. El proceso de reforma y de progreso en la India es moderado pero está vivo y tiene el talante de perpetuarse, porque es consensuado, y va devolviendo la esperanza perdida a millones de indios cada año.

Sí, definitivamente. En la India todavía hay margen para la esperanza, aunque muchos de los que ahí viven todavía no lo saben.

La complacencia

Qué palabra. A mí me ha llamado la atención escucharla tan frecuentemente y pronunciada por tan diversas personas en la India. En realidad oigo "Complacency". Una acepción que, tras un pequeño análisis semántico, descubro tiene matices diferentes en inglés y en español. A feeling of contentment or self-satisfaction, especially when coupled with an unawareness of danger, trouble, or controversy.

Políticos, emprendedores, ejecutivos de multinacionales a quienes tuvimos la oportunidad de conocer lo tienen muy claro: la complacencia es el mayor riesgo del éxito.

Del éxito de, por fin, alcanzar tasas de crecimiento económico similares a las de China, en el entorno del 10%, en un contexto igualmente gigantesco pero construido sobre una democracia. Del éxito de comenzar las grandes empresas indias a conquistar el resto del mundo a base de operaciones corporativas. Del éxito de haber desarrollado industrias nuevas de tecnologías de la información, de gestión del conocimiento, de servicios empresariales, creando un modelo de desarrollo con sólidos fundamentos.

Vertex es una de estas compañías que puede ofrecer a las empresas occidentales cualquier tipo de servicio profesional. Desde temas más mecánicos como la gestión y operación de call centers al análisis de mercados. No se trata de un arbitraje puro y burdo de diferencia de costes salariales. La estrategia de estas empresas va hoy más allá. No es off-shoring. Es right-shoring: algunas operaciones alejadas, otras más cerca (near-shoring) en países del Este europeo, y otras más incluso al lado nuestro (on-shoring). El mix más adecuado para cada necesidad. Todo gestionado por empresas indias, que expanden su manto de actividad por medio mundo. Sus empleados no están enterrados en una inmensa pradera del sótano de un oscuro edificio. No. Las plantas donde trabajan son de diseño, tienen vistas y nos superan con creces en sus posibilidades de ocio: además de futbolín tienen billar y ping pong. Hoy trabajan en este tipo de compañías casi medio millón de personas. Una industria creada de la nada.

Ariz Premji recorre la historia de otro éxito, el de su propia compañía: en sus orígenes una pequeña planta de aceite vegetal, convertida hoy en un gigante mundial de las tecnologías de la información (Wipro) que incluso cotiza en la bolsa de Nueva York. Ariz está considerado por el Financial Times una de las 25 personas más influyentes del mundo. Sus palabras son claras, directas, trufadas de fuertes opiniones pero firmemente ancladas a un estilo de expresión alejado de la prepotencia.
"No vamos a caer en la complacencia. Estaremos en alerta permanente. Ésta es nuestra oportunidad."

El orgullo

Silke trabaja para el Ministerio de Cooperación del Reino Unido y ahora está destinada en Delhi. Gestiona los programas de salud en el área de Calcuta. Si me llevo algo de las historias sobre su trabajo que me cuenta en el jardín de su casa en el barrio diplomático de la ciudad mientras bebemos una cerveza es el sentido del orgullo de los indios contra el que Silke tiene que luchar en su día a día.

"En Nicaragua, para cada presupuesto, para cada proyecto tenía cola en la puerta. Aquí ofrezco un millón de libras para un programa contra el Sida y tengo que perseguir hasta la extenuación a políticos y gentes de la infraestructura sanitaria"

Políticos, empresarios y profesionales de la administración tienen otras prioridades. Trabajar para hacer crecer su país. Y se toman la ayuda externa, que tanto podría ser aprovechada, como una segunda prioridad. Un trasfondo de orgullo hilvana los argumentos que oye Silke ante los retrasos y falta de ideas y proyectos para su presupuesto que le lanzan sus interlocutores.

El orgullo es otro pilar que cimenta la construcción del desarrollo acelerado de la India.

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Casi 500 personas reunidas por una semana dos veces al año. El grupo se refuerza. Ricard lo llama "el espíritu de Hong Kong". Pero sobre eso (sobre Hong Kong, e incluso sobre su espíritu) podemos hablar otro día.




miércoles, 3 de enero de 2007

Historias del oeste americano

- Arantza, que sepas que yo para la poesía soy muy torpe, que no llego a la tercera derivada.
- De verdad, te digo que es clarita y directa, ya lo verás.

Frente a un enorme e inacabado plato de spaghetti en el centro comercial de Saldanha en Lisboa decidí que podía enfrentarme, por primera vez desde hace muchos años, a la lectura de una obra de poesía. Tenía cabeza de turco a mano para quejarme en caso de que se me diera mal: su autora.

Clarita y directa. Imágenes poéticas muy nítidas, sentencia ante mí otro de sus lectores. Y cercanas, diría yo. Pero no es todo esto lo que más me ha llamado la atención, lo que me ha venido a la mente tras cerrar la contraportada al arribar al punto y final de la página 60.

De "La senda de los cactus" me he llevado historias que pudieron ser y no fueron. De arrepentimientos y miedos. De desilusiones y mentiras. Y da igual que el verbo sea triste y el adjetivo doloroso. Que el último verso transmita regusto amargo. Con lo que me he quedado es con la tranquilidad, con la convicción de que detrás de esas experiencias hay sabiduría y margen para algo mejor. Un año de tu vida con algunos tropiezos pero de balance positivo.

En otros ratos de su vida Arantza es una ejecutiva, ahora desplazada a Lisboa para llevar a cabo (si la dejan) un proyecto sumamente interesantede de integración de compañías. Al final va a resultar que empresa y poesía no son agua y aceite. Va a resultar que sí mezclan.

Enhorabuena.