martes, 20 de febrero de 2007

La carta

"Querido Álvaro:

Gracias por confiar de nuevo en mí, y en mi criterio (ya que uno y otro somos aliados).

Me ha gustado mucho el texto que me mandas. Como casi todo lo que te leo, es original, tiene fuerza y tiene personalidad. Sobre todo eso: tiene tu sello. Y tener sello es muy importante en esto de la escritura.

Como siempre (ya sabes, vengo de una escuela en la que por muy perfecto que sea algo, siempre se encuentran áreas de mejora), he hecho algunas correcciones. Usas mucho la coma como signo puntuación. ¿Es uso, o abuso?. A mi me va más el punto, ya lo sabes. Al menos, el punto y seguido. A veces el aparte también me apetece, pero menos. Será porque en el colegio no paraban de darme la lata con el rollo de las frases cortas, que lo explican todo más clarito. Yo, el punto. Tú, la coma. Yo, las decisiones temperamentales y definitivas. Tú, la pausa y la respuesta más meditada. Yo camino hacia lo irreversible. Tú avanzas tranquilo y paciente, dejando menos puertas cerradas a cal y canto.

En cualquier caso, a lo que iba. Creo que sería bueno que el tema de la puntuacion y de la longitud de las frases que utilizas lo comentaras con tu profesora. Que te diera su punto de vista tanto desde la vertiente de la corrección técnica como del estilo. Sácale un poco de juguillo individualizado a tu realidad. A tu escritura.

Sigue así. Persevera porque vas por buen camino.

Y no me malinterpretes. La coma tiene también su utilidad.

Siempre a tu disposición.

Recibe un fuerte abrazo"

lunes, 12 de febrero de 2007

More than one hundred

"I know that I will cry when I have to go back to Chicago. I might be saying goodbye for ever to her". I listened with a smile to what Maria had to tell me about our grand mother.

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She spent a chunk of her childhood going through illnesses. A doctor finally said to his father that he had to move her from the seaside. There was no drug that could save her in 1907. It worked. The medicine was a drier weather. The secret of her long life, she always reminded me, was to spend the nights with her windows open. Even during the coldest days of the winter. Who knows.

She now has 17 grandchildren and 14 great grand children (and two more –to my knowledge- that are coming).

She falls asleep on her chair, like a baby. Then she wakes up and asks for her favorite magazine because she wants to read.

- Do you know who I am – I say
- You are the oldest – she replies
- And what is my name?
- You are Luis.

And she falls asleep again.

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"I take your point but I don't agree. Abuela's birthday should be a party to celebrate life. A party in which we all have fun and laugh. No room for cries."

Our grand mother is one hundred years and five days old today.

domingo, 4 de febrero de 2007

La fatiga del querer

Lérida, primavera de 1984

Enfundada en su chándal de diseño, tocados sus tobillos por calentadores de lana, al ritmo de las notas de Flashdance, la veía avanzar pedaleando su bicicleta por las calles de la ciudad.

Una tarde se detuvo en un jardín con nombre de músico y se encontró con él. No se lo esperaba, pero aquel tipo se sacó de la manga un taper lleno de fresas, su fruta favorita. Las primeras de la temporada. Su corazón se hinchó, y se dispuso a acomodar las imágenes del recuerdo de este encuentro en la zona más noble de su memoria. Se aseguró de que no las fuera a olvidar nunca. Él sabe que nunca lo ha hecho.

Siguieron los mejores momentos de su adolescencia, cuajados de torpes besos y caricias contra las paredes enmoquetadas del portal de su casa.

Barcelona, primavera de 1988

Querer fatiga. Querer y no ser correspondido mata de puro agotamiento. Los paseos por el barrio gótico se hacían interminables. Quería huir de la indeferencia que la niña ciclista proyectaba sobre él a cada paso. Pero pensar que si está cerca… si está cerca siempre podía haber una oportunidad.

Pero ese fin de semana, en Barcelona, no la hubo.

Siguieron decenas de notas escritas, miles de palabras sobre papel que se cruzaban cada mes por la autopista A2.

Lérida, primavera de 1992

"No te cases. Es el peor error que puedes cometer. Si quieres me voy yo contigo". Ese día no iba en chándal, ya no se desplazaba en bicicleta. Se había hecho mayor y sus palabras se habían vuelto sabias.

"Yo que sé. Yo me caso. Yo la quiero. Yo me voy. Yo quiero un futuro a su lado. Con ella no somos dos. Somos uno". Él no atendió a razones.

Siguieron años de alejamiento. De saber poco, o nada. De pensar a veces qué habrá sido de ella. Años de terror y de miedo.

Lisboa, primavera de 2006

"Esta caja esconde nuestra historia, nuestros secretos". Fueron sus palabras cuando al recibirla en Portugal le mostró a la ciclista de los calentadores una vieja caja de vinos cerrada a cal y canto. Eran las cartas de la A2. Habían sobrevivido al terror.

Juntos recordaron el pasado. Juntos escupieron sutiles reproches que llevaban amarrados al alma desde hacía mucho tiempo. Juntos hicieron pequeño aquel piso de Bordalo Pinheiro, que se achicaba a cada momento, con cada sonora carcajada. No pararon de reír en dos días. Y dejaron su sonido y sus pasos por las cuestas empedradas del Chiado.

Siguieron, qué caray, ya estamos en el siglo veintiuno, emails y llamadas al móvil al ritmo de un viento racheado, a veces tormentas de intercambios, en otras ocasiones tan sólo calma chicha. Cada uno en su lugar. Cada palabra tratando de taponar una herida.

Madrid, invierno de 2007

Exhaustos fueron a rendirse sobre una mesa de mármol del café de una bocacalle a dos pasitos de la Gran Vía. Aquel bar se llamaba Fatigas del Querer.

"Yo sueño mi futuro. Lo que me viene a la cabeza mientras duermo, luego se cumple". Ella teje sus proyectos en la cama y él quiere saber en qué soñó anoche.

"No te lo digo. Si no, se rompe la magia. Y el sueño no se cumple"

Pensando en sus sueños, viviendo de sus proyectos incumplidos, confiando en que por una vez sus ideas cambiarán en más de un gradito el rumbo de sus pasos, la niña de los calentadores madrugó para volar y volver al mar, a respirar sal. Mi niña no se ha dado cuenta de que desde donde está, no verá ponerse el sol sobre el horizonte del Mediterráneo. Yo ahora miro la puesta del sol sobre el mar, y ella el amanecer.