martes, 30 de octubre de 2007

El baño

El día era gris. El lugar frío. Lo fundamental de la estampa era un lago, de fondo oscuro pero de agua muy transparente: cerca de la orilla los cantos rodados del lecho se podían ver con nitidez.

El aire era fresco pero me metí en el agua sin notar el mínimo escalofrío. Tampoco sentí el pinchazo de los cantos rodados clavándose en mis pies. Todo esto llamó mi atención. Me sentí tan bien que decidí sumergirme entero en el agua, hasta que la persona que se bañaba conmigo me llamó la atención. "No lo notas, pero en realidad estás pasando frío. Es mejor que salgas ya o agarrarás una fuerte".

Mi padre se fue hace 8 años. Hoy, en un sueño, después de tanto tiempo, he vuelto a hablar con él.

miércoles, 17 de octubre de 2007

Fácil versus difícil

Cuando se recala en un lugar con una red de metro extensa, como es el caso de Londres, uno tiene la tentación de convertir este medio de transporte en monopolio absoluto de los desplazamientos por la ciudad. Es rápido y las posibilidades de perderse parecen pequeñas. Llegas a todos lados, los transbordos son sencillos. Todo son ventajas. Es la opción fácil.

Pero en Londres se circula por la izquierda y las cosas son al revés. En Londres hay que hacer un pequeño esfuerzo inicial por entender los gráficos que explican cómo llegar a todos lados montado en un segundo piso sobre ruedas. Es la opción que parece más complicada, pero una vez se prueba, no se vuelve a bajar a las catacumbas.

En Londres sucede que hay que optar por lo difícil. Hacer un esfuerzo para empezar. Arriesgar para acabar ganando.

Yo elegí y tomé el camino arriesgado. Para ganar.

Paso 1: encontrar un plano que explique cómo moverse usando el autobús. Es más sencillo de lo que uno se puede imaginar



Paso 2: subirse al segundo piso (Trafalgar Square, Londres, 14 de octubre de 2007)

miércoles, 10 de octubre de 2007

El murete de Aarhus


Hace unos días, en un callejón de Aarhus en Dinamarca, me llamó la atención esta forma de separar los espacios. Un diseño original para construir un murete. Un montón de piedras que parecen flotar en el aire, que parecen libres, pero que no lo son. Y pensé en todas las restricciones a nuestro alrededor que nos condicionan y de las que muchas veces ni siquiera somos conscientes. O sí, pero preferimos obviarlas. Pensé en la malla metálica que también existe en nuestro día a día y que no nos permite ser o hacer lo que realmente quisiéramos ser o hacer.

viernes, 5 de octubre de 2007

El club de los segundos

Todos tenemos una idea más o menos clara de lo que es el Tercer Mundo, el conjunto de países eufemísticamente llamados "en vías de desarrollo", muchos de los cuales están todavía muy lejos de estar en vías de nada.

Cuando nos hablan de "Primer Mundo" nuestra confusión aumenta. ¿Hasta dónde abarca este concepto?. ¿Quién alcanza a pertenecer al club de los privilegiados?

Pero claro, matemáticamente hablando, si hay un Tercer Mundo y un mundo de los primeros, tiene que existir uno que sea el segundo. Y ahí ya sí que nos perdemos totalmente ¿qué será eso del Segundo Mundo?

El Segundo Mundo no está en el punto de mira de nadie como le sucede al Tercer Mundo. Ni sufre la gran mayoría de sus padecimientos. Tampoco se posan las miradas sobre él como le ocurre al Primer Mundo. Un escrutinio constante. La presión perpetua sobre el que tiene que jugar el papel de supuesto ejemplo a seguir.

El Segundo Mundo pasa desapercibido, es más libre e independiente. Puede meter las narices arriba y abajo y luego escabullirse. Son las ventajas del segundo, cuya única preocupación es la de que no le pongan un acento a la "o" y le añadan una "n".

Los que hemos nacido segundos en familias más o menos numerosas conocemos bien ese rol. Sabemos las particularidades de nuestro papel. Nos han hecho menos caso, pero hemos intentado aprovecharnos de esa situación. De la libertad que nos ha dado nuestra posición, de la tranquilidad de saberse desapercibido cuando hay turbulencias. Y sabemos defendernos de la amenaza que nos imponen los que nos quieren colgar acentos y enes.

Hemos instaurado con mi segunda hija una alianza secreta. El Club de los Segundos. Ser segundo mola.