miércoles, 2 de julio de 2008

Bar Harbor

Bar Harbor es un pequeño pueblo costero del estado de Maine en los Estados Unidos. Debe su nombre al curioso accidente geográfico que lo caracteriza: cuando la marea está baja uno puede caminar sobre una “barra” de arena hasta la isla que se encuentra justo enfrente del pueblo. Realizar este paseo es una tradición local y una actividad obligada para cualquier turista que se acerque a este puerto. Antes hay que consultar los horarios de las mareas a fin de evitar quedarse bloqueado en la isla y no poder regresar a tierra firme

Pero el fenómeno de la barra de Bar Harbor, aunque usual, no es inmutable: hay muchos caminos de un sólo sentido. Hay lugares que una vez visitados no es posible abandonar. Hay mareas que no siguen un orden establecido, que no se pueden anticipar, que suben cuando uno menos se lo espera y que impiden deshacer el camino recorrido.

A veces la luna nos juega malas pasadas.

La marea baja en Bar Harbor


Vista de la isla cuando no se puede llegar a ella andando vista desde el cercano Monte Cadillac

martes, 13 de mayo de 2008

Soltando amarras

La experiencia de la navegación es altamente recomendable, especialmente si la propulsión del barco la proporciona una vela.

Te sientes a merced del entorno, colgado en un mundo que muchas veces es inhóspito. Experimentas la sensación del riesgo y del miedo. Pero también uno puede gestionar lo que se le viene encima, las olas, los vientos, el sol, el calor. Como siempre, hay una parte controlable y una parte imposible de someter, cuyo desenlace no depende de nosotros mismos por muy experimentados navegantes que seamos.

Luego, por supuesto, viene la parte positiva. Y es que la recompensa a esa decisión de viajar en un cascarón a la mitad de un océano siempre, pero siempre, aporta momentos inolvidables, situaciones que por nada del mundo, ni por todo el miedo y el riesgo en los que incurres, te hubiera gustado perderte.

No conozco ningún mar sin tempestades. No conozco ningún barco que tarde o temprano no llegue a puerto. Y son pocos los que no vuelven a salir, a soltar amarras.

viernes, 21 de marzo de 2008

Identidad

Esta mañana decidí tomarme un café en uno de los Starbucks de Lincoln Road en Miami Beach. El proceso se repite, es igual que en Madrid: después de hacer tu pedido te piden el nombre para anotarlo en el vaso y entregarte el producto. "Joaquín" he dicho, tratando de pronunciar bien y despacio ya que sé que mi nombre no vuela bien en el entorno anglosajón.

Esto es lo que el empleado de la cafetería ha escrito.


De golpe me han transformado en otra persona. Me han dado una nueva careta. Una más. "Tú, que preferiste maquillar tu identidad".

domingo, 24 de febrero de 2008

Cosas que suceden

He dedicado dos de las once horas de vuelo entre Londres y Los Ángeles de este fin de semana a ver Expiación.

En la película dos pequeños detalles, dos situaciones aparentemente carentes de la menor trascendencia hacen que la vida de los personajes sufra una transformación radical. Un jarrón se rompe y uno de los pedazos cae en la fuente obligando a la protagonista a sumergirse en su búsqueda. El protagonista masculino, por su parte, se despista y hace entregar a la mujer que ama la versión equivocada de una carta.

Situaciones aparentemente sin importancia, pequeñas casualidades, decisiones banales que, finalmente, hacen que la vida cambie. Todos hemos tenido alguna vez que sumergirnos a por un trozo de jarrón roto o hemos errado al hacer llegar a alguien un texto.

Un día leí un mensaje que no iba dirigido a mí en un móvil que era idéntico al mío y en cinco segundos cambió mi futuro. Salvé mi vida.

Una mañana mi despiste selectivo por una vez, y sin que sirva de precedente, jugó a mi favor y recuperé un trozo de papel de la jungla del fondo de mi maletín, una nota en la que alguien había escrito un número de teléfono. Encontré el momento para poder marcarlo y conocí a una de las personas más increíbles que he tenido la suerte de encontrarme. Mi vida volvió a cambiar.

Expuestos al conjuro de las casualidades encadenadas, al devastador efecto de algún mínimo evento que suceda a nuestro alrededor, esperamos plácidamente a la siguiente fuente en la que tendremos que mojarnos. ¿Qué será lo siguiente en acontecer?

miércoles, 13 de febrero de 2008

Juno

Ayer (bueno anteayer al acabar de escribir esto) fui a ver una de las películas candidatas sorpresa a varios Oscar, la "Pequeña Miss Sunshine" de 2008, una comedia titulada Juno.

Aparte de un inglés infernal, esta peli exhibe otra característica particular. Por la noche, ya de vuelta en casa, tras el SMS de rigor a mi prima Macu recomendándole que fuera a verla, repasé la historia que nos habían contado. Y me di cuenta de algo que antes me había pasado desapercibido: prácticamente no hay ni una sola escena en toda la película en la que no aparezca Juno, la adolescente de 16 años que la protagoniza. Juno pertenece a esa clase de personajes de cine que no son protagonistas sino superprotagonistas. Juno es una cría mucho más madura de lo normal para una niña de su edad. Juno controla bien la situación, incluso en los momentos difíciles. Juno lo invade todo. Juno es resuelta y camina con decisión. Juno conquista todas las escenas de la película. Juno es la superprotagonista de su propia vida.

Pero Juno tiene sólo 16 y pone en evidencia a la mayoría de los espectadores que van al cine a verla.

viernes, 11 de enero de 2008

Sobre la suerte y sobre Mari Puri

Estas navidades recibí en el despacho un regalo curioso. Una vistosa caja roja que escondía en su interior un simple dado. Dentro del paquete había también una nota. “Tú sabes como nosotros que, a menudo, no es suficiente con tener suerte”, decía entre otras cosas.

Empecé a jugar con el dado. Sólo salía el 6.

Lo siguiente que hice fue regalar el dado a los niños. Se lo di una tarde en la que merendábamos en el VIPS y me dispuse a ver su reacción. Por turnos empezaron a lanzarlo observando con curiosidad el efecto mágico de aquél simple dado. Un 6, otro 6. 6 todo el rato.

No tardó ni cinco minutos en ocurrir. A partir de ese momento, la diversión era otra. El juego consistía en ver quién era capaz de tirar el dado de forma y manera que se lograse vencer al trucaje y sacar un número distinto al 6. Cada vez que aparecía un 5 o un 4 se desataba la algarabía y nos convertíamos en el centro de atención de la sala.

En ese momento, yo pensé en la naturaleza del ser humano. Incluso cuando parece que tenemos suerte, que todo nos va bien, por unas razones o por otras, buscamos un cambio. Parece que tengamos la tendencia natural a provocar que las cosas se tuerzan.

Al hilo de esta reflexión no puedo evitar copiar aquí un texto que cuando lo leí me pareció magistral. Es un post de Paloma en su blog Insectopía. Me parece una disquisición brillante sobre un comportamiento habitual del género humano (y no sólo, Paloma, de los que no “están sanos mentalmente”). Su lectura merece la pena.

Dice así:

"Mejor

Cuando todo va bien, la gente normal, y con “normal” me refiero a sana mentalmente, disfruta de ello. Se regocijan en sus fantásticas vidas, y lo muestran sin ton ni son. Los que no somos sanos mentalmente podemos desarrollar varias facetas distintas:

1- No me doy cuenta de lo maravillosa que es mi vida porque lo único en lo que suelo reparar es en los aspectos negativos. Ahora que tengo un buen trabajo, que tengo una pareja con la que hago algo más que vivir una relación de dependencia emocional basada en el maltrato psicológico, que disfruto de unos amigos para los que soy importante, que llego bien a fin de mes, que en mi familia no hay ninguna enfermedad grave y que todavía no me he enterado de ninguna subida del ipc, ahora, no pienso en todos esos aspectos porque supondría asumir que estoy bien, que soy feliz.

2- Ahora estoy bien, pero seguro que no durará mucho. Tarde o temprano todo volverá a ser como antes. Y no es una cuestión de azar. Es cosa mía, porque habitualmente la cago. Pronto se me acabará este contrato de obra y servicio que tengo o me echarán del trabajo porque con esta memoria de la que hago gala se me olvidará algo muy importante. Tan importante como el nombre de mi pareja y algún día en la cama gritaré un nombre que no es el suyo y eso supondrá un antes y un después, sobre todo cuando me presente a su familia, y descubran que soy una mamarracha y le den un ultimátum acerca de lo nuestro. O llegará el día en que un amigo me necesite para algo muy importante y no esté ahí porque estaré trabajando explotada en un burger king, que es el único empleo que encontraré después de que me echarán por olvidarme de algo que ni siquiera ha tenido lugar.

3- No me lo merezco. Este estallido de felicidad que me rodea debería tener otra destinataria. No soy quien para que los astros se hayan conjurado tan a mi favor. Mi amiga Mari Puri se lo merece más que yo, porque lleva años intentando tener una vida feliz y normal y no lo consigue. Mari Puri, estoy contigo. Mari Puri, te cedo mi felicidad porque en realidad envidio tu amargura. La vida es muy aburrida cuando uno no tiene de qué quejarse. Mari Puri, ¿qué haces levantando esa sartén hacia mi cabeza? Y vuelta al caso 2.

4- Derivado del caso 3. Todo va tan bien que me aburro. Soy gilipollas. Cualquiera daría saltos de alegría y tiraría confeti por el balcón. Pero yo no. Yo me siento en el sofá a pensar qué va mal o qué podría ir peor en un breve espacio de tiempo, y esa es mi única diversión, con lo cual, me aburro. No tengo que luchar por ser feliz, porque lo soy, así que enarbolo la bandera del “contra Franco vivíamos mejor” y pienso para mí “contra la depresión y la ansiedad vivía mejor”. Oops, lo he dicho en voz alta, y Mari Puri lo ha oído. Tengo que dejar de escribir ya que me persigue con un martillo.

5- ¡Oh dios mío, podría ir mejor! Todo puede ir a mejor, podría ganar más dinero, tener más tiempo de ocio, la libertad creativa que tanto ansío. Podría disfrutar más de los míos. Todo esto me consume de tal forma que no aguanto más tumbada en esta cama del hospital. Gracias Mari Puri por partirme las dos piernas. Sin saberlo, me has dado un motivo para ser de nuevo infeliz."



Y es que todos queremos tener en un momento dado a una Mari Puri en nuestra vida

miércoles, 9 de enero de 2008

Una palabra molona

“Sí, es buena gente, pero tiene sus recovecos”.

Mientras Maribel pronunciaba estas palabras, hizo un gesto con sus brazos y con sus manos, semejante al de una bailaora de flamenco, girando rítmicamente sus muñecas, haciendo que las palmas de sus manos dibujaran círculos sobre sí mismas.

A mí se me quedo grabada esa palabra. Recoveco. Se quedó fijada en mi memoria. Y el gesto que la acompañó hizo de pegamento.

Recoveco. Me gusta este sustantivo. Un sitio escondido. Un rincón. Es lo que dice el diccionario. Pero a mi me suena a lugar desconocido. A cavidad hueca por explorar. Será un efecto onomatopéyico.

Y como algo nuevo que es, como todo aquello que precisa ser explorado, descubierto y conquistado el recoveco genera sensaciones contradictorias. Acojone por un lado. Curiosidad por otro. A ratos, también ilusión por el tesoro que se puede descubrir.