“Sí, es buena gente, pero tiene sus recovecos”.
Mientras Maribel pronunciaba estas palabras, hizo un gesto con sus brazos y con sus manos, semejante al de una bailaora de flamenco, girando rítmicamente sus muñecas, haciendo que las palmas de sus manos dibujaran círculos sobre sí mismas.
A mí se me quedo grabada esa palabra. Recoveco. Se quedó fijada en mi memoria. Y el gesto que la acompañó hizo de pegamento.
Recoveco. Me gusta este sustantivo. Un sitio escondido. Un rincón. Es lo que dice el diccionario. Pero a mi me suena a lugar desconocido. A cavidad hueca por explorar. Será un efecto onomatopéyico.
Y como algo nuevo que es, como todo aquello que precisa ser explorado, descubierto y conquistado el recoveco genera sensaciones contradictorias. Acojone por un lado. Curiosidad por otro. A ratos, también ilusión por el tesoro que se puede descubrir.
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