martes, 13 de mayo de 2008

Soltando amarras

La experiencia de la navegación es altamente recomendable, especialmente si la propulsión del barco la proporciona una vela.

Te sientes a merced del entorno, colgado en un mundo que muchas veces es inhóspito. Experimentas la sensación del riesgo y del miedo. Pero también uno puede gestionar lo que se le viene encima, las olas, los vientos, el sol, el calor. Como siempre, hay una parte controlable y una parte imposible de someter, cuyo desenlace no depende de nosotros mismos por muy experimentados navegantes que seamos.

Luego, por supuesto, viene la parte positiva. Y es que la recompensa a esa decisión de viajar en un cascarón a la mitad de un océano siempre, pero siempre, aporta momentos inolvidables, situaciones que por nada del mundo, ni por todo el miedo y el riesgo en los que incurres, te hubiera gustado perderte.

No conozco ningún mar sin tempestades. No conozco ningún barco que tarde o temprano no llegue a puerto. Y son pocos los que no vuelven a salir, a soltar amarras.